El Oro: El Ocaso de un Pueblo Mágico
La historia de los pueblos no se escribe con caprichos, sino con visión. Y en El Oro, hoy, asistimos al desmantelamiento sistemático de un legado que costó décadas construir.
Juana Elizabeth Díaz Peñaloza no gobierna, destruye. Los datos son contundentes: ha asignado casi la mitad de la policía municipal como escoltas personales, desviando recursos públicos de manera flagrante. Sus secretarias Lucy y Laura controlan la nómina del ayuntamiento, convirtiendo la administración en un botín personal.
Los hechos hablan por sí mismos. La clausura del restaurante “Vagón” se realizó sin proceso administrativo, afectando directamente a trabajadores locales y al sector turístico. El INAH ha denunciado intervenciones irregulares en edificios históricos protegidos, incluyendo el Palacio Municipal y el Teatro Juárez, donde se han ignorado deliberadamente los sellos de suspensión.
Su gestión es un catálogo de despropósitos: de las 52 comunidades del municipio, ninguna ha visto mejoras significativas en servicios públicos. Las obras urgentes brillan por su ausencia, mientras la alcaldesa prioriza caprichos personales sobre las necesidades ciudadanas.
La traición política es igual de evidente. Se ha aliado con Rogelio Garnica, el exalcalde priista, colocando a familiares y afines del PRI en puestos clave, traicionando abiertamente a quienes votaron por Morena, el partido que ingenua e ilusamente la llevó al poder. Los militantes que soñaron con un cambio hoy mastican el amargo pan de la decepción.
También servidores públicos denuncian humillaciones sistemáticas, con un ambiente laboral que roza el abuso de autoridad. El turismo, otrora motor económico de El Oro, hoy contempla calles vacías y negocios cerrados. El Pueblo Mágico se despide de su grandeza, víctima de una gestión que prioriza lo personal sobre lo público.
El Oro no merece esto. Un Pueblo Mágico no se destruye con decretos, se construye con pasión, con respeto, con visión de futuro. Lo que hoy presenciamos no es gobierno, es una agonía administrativa disfrazada de gestión.